martes, noviembre 28, 2006

Fiesta de mujeres

Cumpleaños de Caty, pero estas fotos dan la sensación de ser una fiesta de mujeres, una despedida de soltero o algo así. Faltaba el stripper (el que aparece en la cuarta foto no es; ese es Fernando). Gracias a la falta de cybershot se produce ese efecto de movimiento. Me gusta como queda para una reunión.









lunes, noviembre 27, 2006

Planta vigilante

¿Es una metáfora sobre el estado vegetativo de la policía y la inseguridad o un toque de poesía hippie por un mundo sin violencia?

Dos de Longo

(Recuperado del 17 de julio y el 18 de agosto de 2006)


Los Simpson


En Clarín sacaron una notita para recordar que empieza la 17a. temporada de Los Simpson (http://www.clarin.com/diario/2006/07/15/espectaculos/c-00301.htm), que comenzó su decandencia por el 98, y ya ni se como se sostiene. La notita no dice mucho, cuenta el capítulo y sigue hablando de critica irónica, puesto a fuego como un lugar común, "a veces ácida al modelo tradicional de la sitcom estadounidense (abandonado hace rato)". Si se abandonó hace rato es modelo de sitcom, que sentido tiene criticarla. No es ningún mérito. "Por eso, quizás, cada nuevo episodio resulta inevitablemente más naif que el anterior, pero igualmente efectivo, con su humor ocurrente y repleto de guiños y citas paródicas". Ese es el problema, se convirtió en una colección de guiños. "Es cierto, tal vez ya no escandalicen a nadie. Pero son un clásico. Y los clásicos no envejecen". Todo suena a que Fernanda Longo, la que escribió la nota, se conforma con poco y que,bueno, hace tanto que están en el aire que hay que disfrutarlo como sea, o convertirlo en una broma entre amigos. ¿Que es eso de que los clásicos no envejecen? No puede tomar años y años de una serie en bloque, como para perdonar los desatinos de los últimos tiempos con las bondades de los primeros. Lo que no envejecen son los tiempos gloriosos de Los Simpson, lo de ahora ya no tiene nada que ver. Longo usa la palabra clásico en el sentido de intocable, algo a lo cual no le cabe una crítica. Que los buenos tiempos de la serie pueda ser considerada algo clásico, sin dudas, en cuanto pusieron la base en una serie de cuestiones, pero no es lo que la redactora escribe. Según Longo, la vigencia se mantiene "sin subirse al tren de la sátira amarga y decadente tan de moda últimamente". Que la amargura es un rasgo, ya aburrido, que se arrastra desde los '90, es verdad, pero Los Simpson ya no son ni amargos ni alegres, son estúpidos. Es que Los Simpson tuvo la única capacidad de criticar, meter guiños, ser posmoderna y todo lo que quieran, sin perder la ternura. ¿Longo lo descubrió recién ahora, tarde y mal? ¿Nunca vio capítulos como Round Springfield o And Maggie makes three? Lo descubre recién ahora, cuando se lo resaltan con rojo, cuando dejó de ser ese entramado complejo de historias y conceptos que supo ser Los Simpson durante sus primeros 8 años. Dos preguntas más: ¿Por qué Groening dejó Futurama y siguió con esto? Y, ¿por que le dan un espacio a Longo para escribir algo que puede escribir un estudiante de Comunicación del CBC?


Adaptaciones

Desde 2004, cuando se largó la versión argentina de La Niñera, se puso de moda adaptar comedias y series americanas para la pantalla argentina. Y parecía ser la entrada en escena de la sitcom nacional. Pero el formato como se usa en Estados Unidos no termina de entrar en Argentina, por cuestiones de tiempos, precios y publicidad, que alguna vez escuché pero ya no recuerdo. La sitcom es media hora por semana, con, justamente, situaciones trabajadas al dedillos, en donde cada frase es rápida, cada chiste está calculado, la posición del actor frente a la cámara, la entonación, etc. Realmente es un formato que funciona como tiene que funcionar como una máquina aceitada y precisa. En la Argentina siempre hubo otro tipo de humor, que depende más del carisma individual del cómico de turno que de los guiones y la estética de la serie. Además, siempre son programas semanales de una hora o más, o de todos los días. No he podido ver mucho de Casados con Hijos versión nacional, pero se notan rápidamente las diferencias. La versión norteamericana estaba más cerca del humor negro y la nacional es más una comedia de una familia alocada. Incluso, la vida miserable de la familia Bundy de la original se veía en el mobiliario, mientras que en la versión de acá la casa está bastante bien para unos clase media argentinos. Y ni hablar de la duración, que comprimen 10 años de la original en unos pocos meses, donde los chicos nunca crecen porque siempre tienen la misma edad.
Pero no tengo la intención de criticar la serie actual. Lo peor está, otra vez, en la nota berreta que escribe Fernanda Longo en Clarín sobre la ¿segunda temporada? de la serie en Telefé, donde empieza diciendo que el material que de la serie original está envejecido, y no explica porque. Destaca que el personaje de Francella se inscribe en la más genuina traidición del pícaro criollo, lo cual no se a que viene, si la serie no trataba ni sobre la picardí ni nada que se le pareciera. Y dice que lo que parece ser morcilleo e improvisación en Francella, muy a la manera de los comediantes argentinos, es, en verdad, un guión adaptado al actor. Lo cual no es ni chicha ni limonada, Longo se refiere a esta versión nacional como una sitcom, pero, por otro lado, dice que no es una sitcom, porque, finalmente, lo que sostiene todo no es el guión sino el actor, que tiene un guión moldeado para él, cosa poco habitual en la sitcom. Es que, en verdad, más adelante, aclara que la gracia de este Casado con Hijos es que escapa a la estructura fija del género, y que todo queda abierto al disparate, y que Francella sigue siendo el centro de todo, y que le hace acordar a momentos de Los Benvenuto o de Poné a Francella. A propósito, otra de las claves de las sitcom que recién comienzan es que los actores no son considerados comediantes de televisión o capocómicos; tal vez son actores que no son propiamente de la comedia o comediantes desconocidos, para que no haya una inmediata expectativa con lo que se espera que ese cómico haga, al revés del caso de Francella, que es muy conocido en TV. La palabra sitcom parece quedar muy cool, y nada más se la usa. Alguna vez hice un curso de guión de sitcom y supe que hay proyectos originales en danza pero que nunca llegaron a concretarse porque no les convenían a los productores argentino. No quieren sitcom pero la usan todo el tiempo para referirse a cualquier cosa que haga reír. Según la nota de Longo, esta versión de Casado con Hijos superó a la original porque se adaptó al supuesto gusto nacional, con alargues de tiempos, morcilleo, el cómico famoso como figura central, estiramientos, etc... Entonces, ¿para que compran derechos de un formato que no les interesa respetar ni hacer conocer al público argentino? Para eso escribían una comedia a la argentina, con toda la picardía criolla que Longo festeja, y sanseacabó.

E-mule

(Recuperado de MSN del 10 de julio de 2006)

Le agarré el gusto al E-mule y estoy encontrando cosas interesantes. Lo bueno es que baja discos enteros, con el Kazaa tenía que buscar los temas sueltos para armar algo, y, a veces, algunos no funcionaban, o había diferencia de volumen entre uno y otro.
Una rareza que encontré fue un disco de la banda de jazz Cheap Suit Serenaders, del dibujante Robert Crumb. El disco se llama Singing in the bathtub (1993), y son temas de o con aire a los años '20, '30, con mucho banjo y guitarra, o sea, una banda de cuerdas. El jazz con cuerdas y/o piano me gusta más que el de vientos, aunque no descarto ninguno. Lo que me gustaría conseguir es la banda sonora del documental Crumb, excelente film de 1994 de Terry Zwigoff, que, justamente, desarrolla vida y obra de este gran dibujante, y de su familia bizarra. Si no me equivoco, eran toda música de jazz aportada por el mismo Crumb, de su colección de discos de pasta.
Por ahora, escucharé esta delicia.




Otro lindo provecho de este programita es con las bandas sonoras. Había una que tenía incompleta y que el Kazaa no había logrado satisfacer (encima que en Argentina no se vio el CD a la venta), la de Punch-drunk love (2002), aquí conocida como Embriagado de amor. La película se estrenó en marzo de 2003 pero no tuvo mucha trascendencia entre el público, ni siquiera para los admiradores de Adam Sandler, uno de los protagonistas (que acá aporta su cara de nene para un personaje tan autista que se parece a mí). Paul Thomas Anderson ganó un premio en Cannes por su dirección, pero tampco alcanzó. Film magnífico y banda sonora magnífica, plagada de ruiditos de todo tipo, lo que vuelve extraña la ya extraña atmósfera del ambiente, y Shelly Duvall cantando He needs me, tema sacado directamente de Popeye (1981). Otra delicia.




De paso, algo que escribí sobre Punch-drunk love en 2004:



Todo se sacude



Caleidoscopio es ese tubo por el que se mira apuntando a una fuente luminosa, y que a medida que se rota sobre las manos va formando en su fondo mosaicos coloridos. Siempre que se aplica a un relato significa que a medida que se avanza se van contando varias historias con diversos personajes, aunque no haya movimiento de colores y al fin y al cabo es una escena tras otra la que produce el efecto. Embriagado de amor también es un caleidoscopio, pero en un sentido más cercano al juguete que a las historias múltiples.

Por empezar, la película de P. T. Anderson tiene escasos personajes y la historia no se ramifica y es concentrada. Adam Sandler es un fóbico social que tiene como único vestuario un traje de un azul chirriante que un buen día es seducido por una Emily Watson divorciada y que casi no gesticula. El tipo vende unos productos plásticos que no se sabe muy bien para que sirven, y como hobbie junta millas de viajero que regala una marca de pudding envasado. A la vez, es acosado por una pandilla dueña de una hot-line, pidiéndole dinero a cambio de no revelar que él ha llamado pidiendo servicios sexuales telefónicos. Magnolia si era un caleidoscopio más a la usanza habitual de la crítica. Esta nueva película del director directamente nos mete en el aparatito mismo, nos enseña como funciona el artefacto, no se queda en los mosaicos ya formados. Los movimientos ampulosos que ejecuta frecuentemente en otras de sus producciones se encuentran plenamente justificados en este caso porque estamos nada más ni nada menos que dentro del caleidoscopio. Un pequeño giro y vemos como los colores se mezclan y aparece la siguiente escena, como del caos horizontal de pigmentos aparece el local de colchones. Los movimientos mismos nos revelan la ansiedad de Sandler ante los cambios en su vida de un solo color, que aparecen en la carrera alocada en el supermercado, en el travelling vertiginoso hasta dar con la figura de Phillip Seymour Hoffman, en su asomo por sobre el armonio y en los desplazamientos laterales frente al sillón en la espera de la conversación con la hot-line. Su planeta se puso en movimiento al fin luego de una primera escena de plano rigurosamente fijo y gris.

La banda sonora de Jon Brion es la entrada de algo nuevo. Cuando el armonio es dejado en la vereda para vaya uno a saber quién es cuando ingresan los sonidos a la mudez propia del caleidoscopio, y ese mismo día que surge la música aparecen los ruidos que adelantan que algo está por ocurrir. Sorprenden por lo inesperados el auto que choca, el camión con acoplado que raja el silencio mañanero y la persiana que se levanta y sobresalta a Sandler. Los sonidos que van y vienen, son, junto a los colores, el magma del que se nutre el mundo autónomo que propone Anderson, en continuo estado de formación, que corre paralelo a la indesición proverbial en la que vive el magnífico Sandler, un caótico que no sabe donde poner tanta energía. Una película orgánica en continuo cambio que se parece bastante a un sueño, bueno o malo, un inconsciente desordenado que por momentos brinda imágenes luminosas, brillantes y nebulosas, luego una oscura y pesadillesca como la increible huida del protagonista perseguido por los pandilleros, y las siluetas perfectamente claras de los amantes besándose a modo de momento de definición, en el que el caos mental de Sandler queda suspendido. Igualmente la última escena no es un cierre y la imagen toma nuevamente un estado nebuloso, ya que apenas es el comienzo del ordenamiento, de la mano de Emily Watson, de éste verdadero caleidoscopio.

Ladrones de tubérculos

(Recuperado de MSN del 7 de agosto de 2006)

En el Burger King de Galerías Pacífico dan estos mantelitos de papel, con una descripción sociológica sobre un fenómeno de primera plana, como el robo de la papa frita ajena, el "peor acto de vandalismo". ¿Quien habrá sido el que se quiso hacer el canchero y puso ese cartelito? Lo malo de estas observaciones sobre costumbres de fast food que suelen usarse para publicidad es que arruinan todo cuando pretenden, al final, ser contemplativos y arreglar todo en una mesa con amigos. "Ofrecé tus papas", aunque la oración anterior sugería construir una barricada de bandejas. Algo que pasa de la avaricia a muerte a la amistad total, porque ¿para que están los amigos si no es para joder?.... Y la frase final: "O simplemente dejalas ahí, porque en el fondo estás en Burger King, y en ese momento, las cosas son como vos querés". No entiendo que tiene que ver una cosa con la otra, con que las cosas sean como yo quiero y dejar las papas ahí, como diría Neustadt. Dejar las papas ahí no me tiene que preocupar porque todo es como yo quiero y, entonces, no me van a robar las papas. O dejar las papas a la buena de Dios es condición para que yo pueda hacer lo que quiera, que puede ser quedarme con la plata de la recaudación, comerme otra hamburguesa o quedarme con la rubia del mantelito (que, por si no vieron bien, tiene algún problema en los ojos; o no están alineados o un párpado cierra más que el otro).
Pero lo que inicialmente me llamó la atención fue eso de "las papas ajenas tienen otro gustito". Debe ser por eso que, a la noche, están los privilegiados que revuelven los volquetes de estos fast food para buscar ese preciado tesoro.

PD: Me vuelvo a recriminar no haber guardado una revistita publicidad de Mc Donalds que venía en una Viva de 1998, que contaba la historia de un supuesto chico que desde bebé la familia lo llevaba a comer ahi, donde conocía a su novia, donde empezaba a trabajar y, finalmente, ¡conseguía una beca en la Universidad de la Hamburguesa, en Estados Unidos, para un curso de no se que! Descacharrante. Imposible no emparentarlo con Ralph, el hijo de Górgori en Los Simpson, que quería ir a la Universidad Bovina.

Historia de la belleza

(Recuperado de MSN del 7 de agosto de 2006)

Esto no es una historia de la belleza. En realidad, me acordé que Cecilia me nombraba el libro de Umberto Eco de igual nombre, el cual sería interesante comprar si no tuviera un elevado precio (Hasta ahora, mi mayor gasto para un libro fue de 184 $). La charla provenía de algún lugar que no recuerdo bien. Pero creo que tenía que ver con que a Betty Page, y a otras chicas de otrora, se las podía englobar bajo el concepto de lindas, pero hoy no, pueden ser lindas pero la sexualidad expuesta lo tapa. Como si antes, actrices, modelos, celebridades varias, se hubieran esforzado por mostrarse lindas y hoy no; hoy es mostrarse. La idea de linda está más asociado con la cara; el cuerpo puede ser lindo, también, pero no se juzga de la misma manera; puede ser deseable, atractivo, pero no se habla de una persona linda por ser más gorda o más flaca. El cuerpo es más indiferenciado, por supuesto, no tiene expresión, existen un par de variantes y se para de contar; las caras son todas diferentes. En años de mayor pacatería, la cara, de alguna manera, tapaba todo el resto, el cuerpo, más asociado con cuestiones non sanctas. Las piernas eran el fetiche más expuesto; el terreno que quedaba en el medio era otra cuestión. Después todo cambió, pero la cara siempre terminó siendo la depositaria de la lindura. Una charla entre hombres se llena de elogios libidinosos hacia los cuerpos de las modelos y minas del momento, pero la lindura queda para otro momento. Es como proponer comer sushi en medio de un gigantesco asado. La cuestión de la cara es algo más íntimo. El cuerpo se volvió cada vez más importante y cada vez más flaco. Gustavo Noriega, el columnista de Indomables (ahora Duro de Domar), decía que le atraía Alessandra Rampolla, la sexóloga, y parecía decirlo a modo de confesión. Siempre está dicho a modo de confesión, es algo que no se dice, aunque se sienta. Hay formas de existir, que pueden tener que ver con la estética y/o con la salud, que todos conocen y de las que cuesta despegarse, y, por eso, el reconocimiento a la belleza en cierta gordura es algo curioso y, repito, confesado. Recordemos a Marianne Sägebrecht en Bagdag Café, desnuda y pintada por Jack Palance, un sano elogio a la gordura, pero que para el ojo de algunos espectadores puede sonar freak. Noriega destaca a Rampolla y... bueno, es aplaudido como un gusto particular, no como un gusto, y ya. Después ya está la línea denigrante, que no tiene que ver con el aprecio positivo sino con la idea idiota de que no quedaba otra y me quedé con la gorda, o que tiene que ver con el mito de que las gordas y las provincianas son más fáciles. Igual, creo que la tendencia ha cambiado un poquito, después de la ola de anorexia de hace 10 a 15 años. Hoy, en tiempos de tiro bajo, los rollos se lucen sin culpa, se comprueba con sólo salir a la calle o ver la campaña de Dove del año pasado. Ahora, todos sabemos que el mercado incide en la cultura, por no decir que están mezclados, y que también el mercado es parte de la cultura. Entonces, ¿no será que Dove apoya los cuerpos más anchos porque es más superficie, y, por lo tanto, más de sus jabones y cremas gastados, más compra y más ganancias, así como las marcas de ropa fabrican indumentaria liliputiense para ahorrar tela? No es mi intención hacerme el anticapitalista, es una duda, nada más.

domingo, noviembre 26, 2006

Reblog

Por razones de vida o muerte, y por algún buchoneo, me he mudado de MSN a este otro espacio internético. Mi Mismisidad ya pasó a ser de culto y se republicarán algunos textos viejos. Por lo pronto, mi perfil conserva la linda cara sorprendida de Gene Tierney en La dama y el fantasma (o The ghost and Mrs. Muir), película de Joseph Mankiewicz de 1947.