lunes, noviembre 27, 2006

Historia de la belleza

(Recuperado de MSN del 7 de agosto de 2006)

Esto no es una historia de la belleza. En realidad, me acordé que Cecilia me nombraba el libro de Umberto Eco de igual nombre, el cual sería interesante comprar si no tuviera un elevado precio (Hasta ahora, mi mayor gasto para un libro fue de 184 $). La charla provenía de algún lugar que no recuerdo bien. Pero creo que tenía que ver con que a Betty Page, y a otras chicas de otrora, se las podía englobar bajo el concepto de lindas, pero hoy no, pueden ser lindas pero la sexualidad expuesta lo tapa. Como si antes, actrices, modelos, celebridades varias, se hubieran esforzado por mostrarse lindas y hoy no; hoy es mostrarse. La idea de linda está más asociado con la cara; el cuerpo puede ser lindo, también, pero no se juzga de la misma manera; puede ser deseable, atractivo, pero no se habla de una persona linda por ser más gorda o más flaca. El cuerpo es más indiferenciado, por supuesto, no tiene expresión, existen un par de variantes y se para de contar; las caras son todas diferentes. En años de mayor pacatería, la cara, de alguna manera, tapaba todo el resto, el cuerpo, más asociado con cuestiones non sanctas. Las piernas eran el fetiche más expuesto; el terreno que quedaba en el medio era otra cuestión. Después todo cambió, pero la cara siempre terminó siendo la depositaria de la lindura. Una charla entre hombres se llena de elogios libidinosos hacia los cuerpos de las modelos y minas del momento, pero la lindura queda para otro momento. Es como proponer comer sushi en medio de un gigantesco asado. La cuestión de la cara es algo más íntimo. El cuerpo se volvió cada vez más importante y cada vez más flaco. Gustavo Noriega, el columnista de Indomables (ahora Duro de Domar), decía que le atraía Alessandra Rampolla, la sexóloga, y parecía decirlo a modo de confesión. Siempre está dicho a modo de confesión, es algo que no se dice, aunque se sienta. Hay formas de existir, que pueden tener que ver con la estética y/o con la salud, que todos conocen y de las que cuesta despegarse, y, por eso, el reconocimiento a la belleza en cierta gordura es algo curioso y, repito, confesado. Recordemos a Marianne Sägebrecht en Bagdag Café, desnuda y pintada por Jack Palance, un sano elogio a la gordura, pero que para el ojo de algunos espectadores puede sonar freak. Noriega destaca a Rampolla y... bueno, es aplaudido como un gusto particular, no como un gusto, y ya. Después ya está la línea denigrante, que no tiene que ver con el aprecio positivo sino con la idea idiota de que no quedaba otra y me quedé con la gorda, o que tiene que ver con el mito de que las gordas y las provincianas son más fáciles. Igual, creo que la tendencia ha cambiado un poquito, después de la ola de anorexia de hace 10 a 15 años. Hoy, en tiempos de tiro bajo, los rollos se lucen sin culpa, se comprueba con sólo salir a la calle o ver la campaña de Dove del año pasado. Ahora, todos sabemos que el mercado incide en la cultura, por no decir que están mezclados, y que también el mercado es parte de la cultura. Entonces, ¿no será que Dove apoya los cuerpos más anchos porque es más superficie, y, por lo tanto, más de sus jabones y cremas gastados, más compra y más ganancias, así como las marcas de ropa fabrican indumentaria liliputiense para ahorrar tela? No es mi intención hacerme el anticapitalista, es una duda, nada más.

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