martes, mayo 20, 2008

Cine arte


Este año se cumple el 20° aniversario del estreno del gran clásico inoxidable Duro de matar. El año pasado escribí lo que viene a continuación, a raíz de Duro de matar 4.0.

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2007 es el resurgimiento de John McClane, luego de 12 años de ausencia. Hacen casi 20 años del estreno de la primera Duro de matar, que se convirtió en un clásico de los ’80 no sólo por la taquilla sino por el cambio que significó de la figura del héroe en el cine de acción: dejaba de tener aspecto de físicoculturista y tenía sentido del humor (Bruce Willis, justamente, era famoso por la comedia televisiva Moonlighting).
Pero no fue lo único novedoso. Además de la vuelta de tuerca introducida en el género, John McTiernan, su director, le dio su toque de autor, si se permite el término en un cine visto con media sonrisa. En medio de la cacería del McClane por parte del grupo terrorista se filtraba la mirada y conocimiento que uno tenía sobre el otro. Si bien lo primero que se puede decir es que, básicamente, por su temática, es un cine físico, McTiernan hilvanaba el relato en medios o primeros planos, donde los ojos cumplían la función de enlace con ese otro que acechaba dentro del edificio. De hecho, cabe destacar que el director suele recurrir a pequeños desplazamientos laterales en el momento en que se produce el contacto efectivo entre dos personajes. La escena de la acción se convertía en un espacio fragmentado e intelectual, más bien imaginado por las miradas de los contendientes.
La cuarta parte de la saga estrenada hace un par de meses, tardía y luego de dos menos interesantes 10 años atrás, no solamente resultó efectiva como la primera sino que permite pensar sobre otra cuestión. La mano de McTiernan ya no está tras la cámara. Len Wiseman está a cargo, un director con escaso trabajo y del que no se puede decir mucho. Hoy día ya casi no se puede hablar simplemente de explosiones fabricadas como momento álgido en una historia de acción; ahora la tecnología digital directamente construye la acción misma. Esto es, antes, la pirotecnia, el fuego, era algo así como un momento separado que uno identificaba como separado del relato que sostenía el protagonista; incluso se intuía la presencia del doble de riesgo. Hoy vemos la cara y el cuerpo del actor metidos en la batahola. Lo curioso es que se llega, cada vez más, a un realismo visual que sirve para contar situaciones difíciles de concebir.
Las tecnologías digitales han hecho que en Duro de matar a Duro de matar 4.0 la puesta en escena se vuelva virtual en un buen porcentaje, aunque, paradójicamente, el resultado final ha sido el de un cine mucho más físico. La película de McTiernan era traccionada por el contrapunto de las distintas miradas y los espacios dentro del Nakatomi Plaza. La nueva versión de Wiseman se desarrolla alrededor la lucha ya no de McClane y los malos, sino entre él y un mundo de cosas que “cobran vida”, vehículos tirados al aire como si fueran de juguete y toda pirueta que permita un ordenador. El personaje se enfrenta a hackers que hacen que el mundo real se subleve manipulando un teclado. A la vez, la película coloca a Willis en el mundo de la fantasía cibernética, pero tan perfecto que hace creíble y tocable cualquier situación. Las escenas en el túnel son paradigmáticas. Lunáticas, si, aunque también posible y lógicas: si un auto es lanzado sobre una rampa, o una construcción que haga de ella, puede alcanzar un helicóptero de vuelo bajo, y un par de autos a los costados pueden servir de cuñas y ser salvataje de un tercero que se nos viene encima. Sólo que también hay que creer en el azar y las coincidencias, siempre presentes en la realidad. O en esta hiperrealidad. Justamente, la reproducción de la realidad que permite lo digital es de tan alta cota que todo puede suceder. Y no es magia. Hacia el comienzo del film, un muñeco cae sobre una tecla y hace volar un departamento. Un momento sin efectos digitales, o eso supongo; nada más objetos y Ley de Gravedad, preámbulo para poder creer que la más insólita situación puede darse gracias a la suerte y las leyes de la física. Las nuevas tecnologías borran las fronteras, hacen que todo se vea más cercano y, de nuevo, más físico.
El héroe trabaja a la antigua en un planeta que cambió muy rápido en 20 años, y tal es su apuesta por los golpes y los raspones que resuelve hacer pasar una bala por su hombro para matar al enemigo. Finalmente, en una era de máquinas, McClane se tiene que volver insensible en algunos momentos, o, más bien, soportar el dolor.

2 comentarios:

BUDOKAN dijo...

Intersante análisis de este film a mi juicio muchos pasan esa lectura por alto. Saludos!

Paco dijo...

La de veces que no salí un fin de semana porque daban Duro de Matar en la tele...