Mujeres

I

Dos amigas en un restaurant, bar o pizzería siempre, o casi, van a pedir un postre para compartir. No es de buena dama llevarse a coleto una copa helada ella sola.

II

El calzado en una mujer es como la voluta que decora el frente de un edificio. Justamente, en una pizzería vi a una chica que cenaba con una amiga. Muchacha hermosa y de aspecto fino, alrededor de 30 años, tenía un calzado que le arrebataba todas sus bondades: una especie de zapatilla de entrecasa roja y blanca, a cuadritos, algo peludita, que parecía de vieja que barre la vereda por la mañana. Hay calzados que arruinan a las mujeres más bellas. Deploro los zapatos o botas con demasiada punta, casi como de bruja. Los zuecos y calzado estilo chancleta hacen quedar a quien sea como una discapacitada a la hora de caminar. Las ojotas sólo sirven para la playa o la casa, para la vida urbana son asquerosas; en general, no soy muy admirador de los pies, ni de mujeres ni de hombres, por más pulcros que estén; son una potencialidad de suciedad y gérmenes, son toscos, al contrario de la ductilidad de las manos. La sandalia ya es otra cosa, aunque esos deditos afuera no me gusten demasiado; las muy armadas aumentan la tosquedad del pie; en cambio, la cosa cambia si son con tiritas, no se bien como se llama, esas parecidas al calzado de la Antigua Roma, y si las tiritas son coloradas, mejor. O sino esas otras que se agarran del tobillo.

III

Interesante contradición. Las mujeres mueren por bajar de peso y siguen dietas diseñadas en Auschwitz, pero, a la vez, se babean cuando ven imberbes en sus cochecitos y ya mismo le comunican a su novio el deseo de quedar embarazadas. Encima, según parece, la primavera y el verano, asociados con el amor y la pasión sexual, son equinoccios que registran altas tasas de concepciones. ¿Tanto esfuerzo para terminar con una panza más grande que la producida por las grasas saturadas, incómoda, y con la incertidumbre de si lo que hay adentro es un hermoso niño, un futuro dictador o un alien?