martes, abril 03, 2007

Perdido


He tenido una sobredosis de Lost en este fin de semana largo. Ya he dicho que el escarseo de información es la clave de la serie, más allá de las situaciones particulares. Pero hay algo más. Hay un punto de vista en la serie que es la de los protagonistas, estrictamente, que ni siquiera es contaminada por la aparición del segundo grupo, el que viajaba en la cola del avión. Así como el adicto a la serie no puede dejar de verla porque nunca cierra nada, los protatagonistas se turnan para tipear un código en una antigua PC y evitar que algo le ocurra al planeta. Pero no saben que le puede suceder al planeta, simplemente lo hacen. Los mismos personajes piensan que es una estupidez, algo irracional, sin sentido; su perplejidad ante lo que van encontrando a cada paso es la misma que la del que mira la pantalla. Ellos también son espectadores, de alguna manera. O, mejor dicho, son espacios intercambiables: el televidente también podría sentirse el protagonista. Pero no a la manera del que sueña ser el héroe de la película, el que quiere escapar de la realidad, el que desearía vivir una aventura como Errol Flynn. La estructura laberíntica de Lost atrae porque está a la altura de la imprevisibilidad de la vida de cualquiera que se mueva en una gran ciudad. La cuestión del código en la PC sería una treta mesiánica para resolver rápidamente una situación si la perplejidad al borde de la incredulidad de Jack y compañía no fuera la misma que la de nosotros.

PD: 15 horas de Lost en tres días es mucho, me parece.
PD2: El capítulo Other 48 days, que hace un rápido raconto de lo que pasó con el grupo de la fornida Michelle Rodríguez es una maravilla y una maestría de síntesis.

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