martes, enero 16, 2007

26 años después...

Cumplió años Natalita, la sonrisa más grande y blanca de Ejes, y tuve la buena idea de comprarle un especiero. Fue raro, no hubo mucho festejo, se tenía que ir y ni tuvimos tiempo de avisarle a los demás. Fue como una fiesta privada. Sabrina y yo fuimos, le entregamos el regalo y aplaudimos, con la presencia de Mariano y Ezequiel. Pasa que, encima, faltaban las otras del trío, Cecilia y Silvana.
Ahora que empezó a cocinar le va a venir bien el especiero, para no tener en bolsitas las especias, que, por lo que se, algunas no sabe de que son. Ojo con lo que usa, a ver si le pone canabis a la pizza pensando que es orégano. Hay que adiestrar el olfato.
Como casi no la veo, fue una novedad verla con anteojos.



Probé otro tipo de torta de la Hermana Bernarda, una especie de lemon pie pero de naranja, medio pegajos para agarrar, pero bien, sin servilletas pero con pedazos de papel, como es la tradición en el laburo. La receta era con pedacitos sobre la crema de naranja, así que aproveché eso para escribir el nombre, o un cacho del nombre. Solamente una vez había hecho con más de una letra, pero ahora van a ser así todas, se acabaron las iniciales. O, por lo menos, habrá más letras para cierta gente, como Natalita, que es tan tierna que me dan ganas de pellizcarle una mejilla.





¿Un especiero puede contener, indistintamente, especias y especies? Se pueden usar los tarritos para criar especies animales, o, directamente, producir genéticamente las propias, una nueva raza que sea el comienzo del fin de la especie humana. Muy lovecraftiano, ¿no?

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