sábado, enero 13, 2007

Un universo aparte

Las comedias de Jerry Lewis no se parecen a nada. Me refiero a las dirigidas y (casi siempre) escritas por él. Antes actuó en películas de otros, como en las que compartía cartel con Dean Martin, y con directores reconocidos, como Norman Taurog y Frank Tashlin. Son comedias con un tiempo propio; muchas veces se le ha criticado el alargamiento de escenas, los sobreentendidos, la falta de ritmo o, en algunos casos, la demasiada centralidad de su persona. Hasta en algún ataque de sentimentalismo en el que puede llegar a caer. A veces se hacen ciertas esas aseveraciones, pero, a cambio, Lewis deplegó su propio universo anárquico, sus personajes siempre inadecuados al ambiente en el que viven y un aprovechamiento fenomenal de los espacios y objetos, que siempre escapan a su control. Hace 10 años eran películas muy difíciles de conseguir, salvo El profesor chiflado o El terror de las chicas, que en video o en televisión estaban al alcance. Ahora, el DVD ha traído un par más, De golpe en golpe y El ingenuo. Espaciadamente he ido viendo algunas en los últimos seis años, un par en televisión y una en la Hebraica. Pero siguen sin ser las más difundidas del actor. Hace un año me asocié, finalmente, a Liberarte, y ahí encontré que tienen una buena porción, y vi Cracking up, de 1983, la última que dirigió. Decir que vi la película es incorrecto. En verdad, la volvi a ver, porque recuerdo haberla visto de muy chico en estreno, con mi familia. En mente tenía alguna imagen débil, como la escena en que Lewis se quiere ahorcar y termina derrumbando el edificio; hasta hice un dibujo de eso después del cine, que no se si lo habré guardado. Pero el recuerdo me volvió cuando, hace varios años, leí sobre esta película en un dossier sobre Lewis. Acoto que cuando se estrenó acá la llamaron Más loco que un plumero, otra aberración de los fabricantes de títulos para el público hispanoparlante, que suena más a un tonto simpático. Así que mejor el título original para esta comedia con ribetes siniestros.
Su última película terminó siendo un compendio de todos sus personajes anteriores, pero en una clave más pesimista. Aquí, Lewis ya no es solamente un inocentón inadaptado; ahora ya es un fumador depresivo con tendencias suicidas que recurre a un psiquiatra para intentar resolver sus problemas. Los espacios siguen siendo un protagonista más, lugares impresivibles para el protagonista, ingobernables, pero, en este caso, no es la casa de muñecas de El terror de las chicas, en la que abría una puerta y se encontraba con una estrella, sino que es el consultorio del psiquiatra, lustroso, resbaladizo, intransitable. Y está el universo propio, la lejanía con cualquier forma de realismo posible, en este caso, exacerbada aún más por lo desquiciado del protagonista, que no sabemos si las cosas son como se ven o si es lo que él se imagina. O, aún peor, su locura, tal vez, sale, toma formas concretas e invade la realidad. De hecho, su curación termina afectando al psiquiatra. Cuando Lewis pierde su acrofobia en lo alto de un edificio, el doctor es apresado por una mano gigante y peluda, un King Kong, supongo, y cuando, en una sesión de hipnosis, el psiquiatra le ordena que cuando diga la palabra "Smorgasbord" el comenzará a actuar como un ciudadano normal, totalmente seguro. En el momento que eso ocurre, el psiquiatra recibe una trompada por querer prender un cigarrillo (en tres o cuatro oportunidades, a lo largo del film, un personaje de una institución antitabaco golpeaba a Lewis cada vez que tenía ganas de fumar), produce un accidente, varios autos chocan y la ciudad se vuelve un caos, mientras Jerry se va caminando tranquilo con una chica que conoció en ese momento. Algo que en terapia llaman transferencia, pero aumentada y devastadora. Sobre el final sale del cine de ver una película llamada Smorgasbord. Lewis va más allá y nos dice que se hace el tonto pero que, en definitiva, él es quien fabrica la realidad y nos pone en la cara nuestros miedos más oscuros en la convivencia con el prójimo. En la excelente película de Carpenter En la boca del miedo, Sam Neil también terminaba en un cine viendo una película llamada En la boca del miedo, que contaba lo mismo que habíamos estado viendo durante todo el metraje, la búsqueda de un escritor que terminó siendo el escritor del futuro de la humanidad y de la actual devastación de la humanidad por parte de una especie monstruosa. Sam Neil era nada más que un privilegiado testigo de este eclipse de la raza humana, de un relato que manejaba el destino del mundo. En el caso que nos ocupa, Jerry es el escritor del universo, no hay nadie más por encima de él, y él es quien impone las reglas. Cracking up es un compendio de su universo y de todos sus personajes anteriores y, a la vez, la explicitación de su condición de creador, que, después de todo, hay una salida y cada uno es artífice de su destino. Aunque en esa salida final de cine se encuentre con la camarera insoportable que tuvo su lugar en el episdio del restaurant; una vuelta más de tuerca, que no deja ni al creador libre de lo imprevisible.
Su último film está entre los mejores de su producción y es un exorcismo a todos sus tortuosos personajes anteriores.

No hay comentarios.: