

Su última película terminó siendo un compendio de todos sus personajes anteriores, pero en una clave más pesimista. Aquí, Lewis ya no es solamente un inocentón inadaptado; ahora ya es un fumador depresivo con tendencias suicidas que recurre a un psiquiatra para intentar resolver sus problemas. Los espacios siguen siendo un protagonista más, lugares impresivibles para el protagonista, ingobernables, pero, en este caso, no es la casa de muñecas de El terror de las chicas, en la que abría una puerta y se encontraba con una estrella, sino que es el consultorio del psiquiatra, lustroso, resbaladizo, intransitable. Y está el universo propio, la lejanía con cualquier forma de realismo posible, en este caso, exacerbada aún más por lo desquiciado del protagonista, que no sabemos si las cosas son como se ven o si es lo que él se imagina. O, aún peor, su locura, tal vez, sale, toma formas concretas e invade la realidad. De hecho, su curación termina afectando al psiquiatra. Cuando Lewis pierde su acrofobia en lo alto de un edificio, el doctor es apresado por una mano gigante y peluda, un King Kong, supongo, y cuando, en una sesión de hipnosis, el psiquiatra le ordena que cuando diga la palabra "Smorgasbord" el comenzará a actuar como un ciudadano normal, totalmente seguro. En el momento que eso ocurre, el psiquiatra recibe una trompada por querer prender un cigarrillo (en tres o cuatro oportunidades, a lo largo del film, un personaje de una institución antitabaco golpeaba a Lewis cada vez que tenía ganas de fumar), produce un accidente, varios autos chocan y la ciudad se vuelve un caos, mientras Jerry se va caminando tranquilo con una chica que conoció en ese momento. Algo que en terapia llaman transferencia, pero aumentada y devastadora. Sobre el final sale del cine de ver una película llamada Smorgasbord. Lewis va más allá y nos dice que se hace el tonto pero que, en definitiva, él es quien fabrica la realidad y nos pone en la cara nuestros miedos más oscuros en la convivencia con el prójimo. En la excelente película de Carpenter En la boca del miedo, Sam Neil también terminaba en un cine viendo una película llamada En la boca del miedo, que contaba lo mismo que habíamos estado viendo durante todo el metraje, la búsqueda de un escritor que terminó siendo el escritor del futuro de la humanidad y de la actual devastación de la humanidad por parte de una especie monstruosa. Sam Neil era nada más que un privilegiado testigo de este eclipse de la raza humana, de un relato que manejaba el destino del mundo. En el caso que nos ocupa, Jerry es el escritor del universo, no hay nadie más por encima de él, y él es quien impone las reglas. Cracking up es un compendio de su universo y de todos sus personajes anteriores y, a la vez, la explicitación de su condición de creador, que, después de todo, hay una salida y cada uno es artífice de su destino. Aunque en esa salida final de cine se encuentre con la camarera insoportable que tuvo su lugar en el episdio del restaurant; una vuelta más de tuerca, que no deja ni al creador libre de lo imprevisible.
Su último film está entre los mejores de su producción y es un exorcismo a todos sus tortuosos personajes anteriores.

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