domingo, enero 14, 2007

El mate, el matecocido, Gran Hermano y el menemismo

Comenzó otro Gran Hermano, no se como, después del fracaso del de 2002, y Orwell debe estar contentísimo. Alguna gente linda, otros que se hacen los lindos, un tumbero, un futuro gato y Rial diciendo algo que suena sincero pero que sabe que nadie se lo cree, entonces siempre tiene ese gesto lateral de la boca para autodenunciarse.
Hay dos posiciones Gran Hermano. Una es sentado y con un almohadón encima. La otra es tomando mate, levemente encorvado hacia adelante, con la mirada fija en el otro, con el solo ruido del aire y el líquido de la bombilla que pasa por el mate. Y esta última me parece sumamente desagradable. Es que es la posición mate, en realidad, ese símbolo del compañerismo argentino que hará unos 13, 14 años se extendió a la juventud. De más chico recuerdo el mate como algo familiar, de gente más grande. A comienzos de los '90 se volvió canchero y todos los menores de 18 tomando pavas y pavas de mate, aprendiendo técnicas para cebarlo correctamente, y, por supuesto, tomarlo sin azúcar, aunque les de asco; es más gaucho. La juventud de clase media argentina le quitó la soberanía sobre el porongo a los viejos y a los chicos bien, que, claro, lo tomaban porque era una costumbre patricia. Esa juventud media dejó la gaseosa y empezó con el mate bien amargo en contra del menemismo (hay una famosa agrupación de izquierda llamada Mate Amargo), sin azúcar, y menos con edulcorante, endulzante sintético que no tiene nada que ver con la tierra, debe ser algo que nos quieren meter los yankis. Y recuerdo el 1994 de grupos de adolescentes en Villa Gesell tomando pavas enteras, cuando un año antes no salían de la Coca. Claro, había que hacer la revolución contra el Menemato. Entonces, si ellos toman champagne y manejan Ferraris, nosotros tomamos mate bien amargo, y en la playa, pero entre jóvenes, nada de sentarse con los viejos. El mate tiene que ser bien amargo porque la izquierda tiene que ser amarga y adusta; para divertidos están los derechosos y sus fiestas en New York City. Entonces, en esa primera mitad de los '90 se era muy de izquierda con jeans Mango. Un poco de ostentación no está mal, después me lavo la conciencia con el agua hervida verdosa.
Estamos en 2007 y el mate quedó, pero ya nadie piensa hacer una revolución con eso, salvo los de Mate Amargo. Ahora ya se toma sin posición militante. Nos hemos vuelto uruguayos y tomamos mate en cualquier ámbito. Ahora ya no importa lo que se le ponga adentro; mate con jugo, con cáscara de naranja, con pis... Ahora se toma desde la casa de Gran Hermano, encorvado, con la vista perdida, sin ganas de subvertir nada y con la cultura de la imagen a cuestas. Los análisis a la violeta que se hacen sobre los efectos de la cultura de los '90 se hacen desde dentro de la casa de Endemol. Ese silencio que se forma en la ronda del mate, donde sólo reina el ruido de la chupada, la respiración corta para airear la boca y no quemarse con el agua... no me gusta... esa intimidad, esa promiscuidad, es momento de miradas y pensamiento en bombilla... Cuando tenía menos de 12 años tomaba bastante mate, y cuando todos comenzaron a tomar yo dejé, y he optado por el matecocido. Yo siempre con ese gusto de estar al margen del margen. El matecocido sigue siendo proletario, suena a taza de lata abollada, no da para mucho porque sigue siendo grasa, aún para los grasas. Yo lo llamo el mate egoísta. Lo tomo con edulcorante, acompañado de facturas, biscochitos o pan dulce. Se disfruta el sabor en cantidades más generosas y no hay sorbidos.
Lo que aún no ha sido adoptado por la juventud de clase media, hoy palermitana, es el moscato, del cual yo hago culto. En los '90 comenzó el boom de la cerveza, y, hoy día, más de uno dice que es infaltable esta bebida acompañando la pizza. Una animalada. Recuerdo una vez en Las Cuartetas, allá por el '93, todos pidiendo cerveza; yo pedí un vaso de moscato, y cuando me lo trajeron todos lo miraron como si nunca hubieran visto el vino, y me dijeron: ¿Vos te vas a tomar eso? Bueno, hoy día ven al moscato como algo demasiado fuerte, aunque después se tomen 3 botellas de cerveza seguidas. Pero, bueno, ahora es tradicional el gusto áspero de la cerveza con algo salado como la pizza, y no el contraste con el dulce del moscato. Ahora que me acuerdo, hace unos meses vi, en el Gourmet, a Dolly Irigoyen hablando que lo infaltable con la pizza era el moscato. Estaba haciendo un programa en Güerrín y clavándonse una porción con un vasito. Brindo por esa señora paqueta, contra la medianía de la juventud cervecera.

Si a la cultura menemista del champagne se le oponía el mate, hay que ver que se le opone a la cultura kirchnerista del cordero. A lo mejor volvemos al marrón glasé.

1 comentario:

Anónimo dijo...

esta peli es una masa, ando buscandola, asi que en liberarte la tienen ? la alquilan ? en vhs o dvd ? saludos ! gracias