viernes, marzo 28, 2008

Sacate la mierda (II)

Antes de que pegarle a D'Elía se convierta en una moda, hay un par de cosas para aclarar.
Reducir el tema D'Elía entre derechas e izquierdas es facilitar las cosas. Si él es de izquierda, no se que queda para el resto. Cualquiera que haya visto u oído entrevistas a dirigentes de partidos de izquierda se dará cuenta que saben dialogar. Vilma Ripol o Jorge Altamira, por poner dos ejemplos famosos, saben mantener su lugar con respeto estén frente al periodista que estén. Cualquiera que haya vistos reportajes a D'Elía se habrá dado cuenta que cuando no escucha lo que él quiere se levanta y se va. Y la justificación siempre es la misma, que sufrió tanto y que lo trataron tanto de negro de mierda que ahora puede hacer uso de los puños como se le plazca. Tal vez cualquiera pueda hacerlo, incluso yo, que no tuve una infancia muy feliz en mis días de escolar, podría buscar a todos los que considero son mis enemigos y vengarme. Lo peor es que muchos aprueban esas actitudes,y prefieren seguir en el papel de víctimas dolorosas para justificar sus desmanes. Y no digo niños, digo adultos mayores de 18. Se puede vivar cualquier destrozo porque, por algún lado, el sistema me hizo víctima. Los resentimientos son legítimos, pero se pueden canalizar de maneras mucho más productivas. D'Elía odia y lo legitima, y no lo razona, simplemente odia por lo que esos sectores le han hecho desde que nació. Y ahí se terminó el tema. La conclusión son piñas y discutir si vos o vos tiraron primero. Una parte de la sociedad se exalta y se alegra que alguien los defienda y represente, y se acabó. El resto es acusar de gorila al que eso no le parezca correcto, y no discutir nada, vivir con la ilusión de que estamos en el lado correcto. Y eso es ser gris, conformarse con amucharse en un lado del ring y sentir que defiendo lo que quiero, cuando en realidad es sentirse acompañado. Pero todavía, desde la ideología que fuera, se sigue pensando que el punto gris es ese lugar intenta combinar lo mejor de cada uno y no una riña de gallos.
A esta altura ni me interesa pensar si a D'Elía lo mandan o va por su cuenta, pero estoy seguro, por sus propias palabras, que ya no representa nada ni a nadie, salvo a sus ascos personales. A muchos les gusta sacar todo lo que tienen adentro sin medida, sin mirar a quien salpican, sentirse que están revolucionando al vecino porque molestan un poco y le hacen sentir que él también es culpable de que uno esté como está. Después, aportes, ninguno; sólo se trataba de un poco de catársis. Y de vuelta al rincón gris.
Y yo hace tiempo que no quiero que otros tengan que verse obligados a sentirse mal porque yo también me he sentido así. Algunos han gastado fortunas en terapias e insisten con su actitud de víctimas adolescentes.

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