domingo, septiembre 02, 2007

Amarillo por el tiempo


Temía lo peor de la película de Los Simpson y no fue tan así. De todos modos, me cuesta entender tanta obsecuencia. Las críticas que he leído dicen todas más o menos lo mismo. La elevación a la categoría de religión que pregona la Fox se ha hecho realidad, nadie parece animarse a dar un paso al costado por miedo a la furia del Dios. Se sigue escribiendo y diciendo exactamente las mismas obviedades que hace 15 años sobre la serie. En Argentina la han convertido en un juego de mesa lleno de complicidades. Cada temporada se comenta en los medios como si no hubiera pasado nada en el medio. La adicción acrítica continúa y nadie puede precisar de que se trata.
La película continúa con la centralidad en Homero, aunque no está tan idiota como en los 9 últimos años, la crítica social no es tan chata y obvia como se podía esperar y tiene algunos momentos logrados, como el de la cabaña y los animalitos que ayudan a mudar de ropa. La sensación general es la de haber querido volver a una línea más narrativa que de momentos aislados, armar una buena historia que no se sostenga exclusivamente en los guiños. En cierta medida lo logra, pero eso no es un hallazgo ni un nuevo logro en el caso de Los Simpson. En tal caso es una recuperación parcial de algo que supieron tener alguna vez, el escape de la fragmentación televisiva mediante recursos cinematográficos. En el sitio de El amante, Agustín Campero destaca que hay mayor audacia en los movimientos de cámara y que se permite travellings, pero siempre, a pesar de su formato de exiguas pulgadas, buscó darle un valor dramático a cada plano,incluso jugar con ellos, para diferenciarse como producto televisivo. Por supuesto, la pantalla grande y las nuevas tecnologías permiten aumentar el placer, pero ¿hay algo más allá de eso? Solamente la enumeración de gags, como el de Ralph en las letras de la 20 Century Fox, comentado en Miradas de cine, donde se lo cataloga de inesperado y magistral, como si ya no fueran décadas de jugar con el logo del estudio en más de una producción. Un tal Joaquín Vallet, que es quien escribe lo citado un punto atrás, agrega que "sin hipocresías ni medias tintas y sin necesidad de sermonear (como sí hacía Al Gore en su lamentable Una verdad incómoda, al que el film realiza un pequeño guiño), la película trata el problema desde la más absoluta seriedad, convenientemente exagerada para que el espectador potencial tome verdadera conciencia de la situación", lo cual es un desmadre porque el tema ambiental apenas sirve para disparar otras situaciones, queda a mitad de camino, como la historia de Lisa con el hijo de irlandeses, y, ya que estamos con los términos aparatosos, la cuestión más descarnada en Two cars in every garage and three eyes on every fish cuando Burns se ve obligado a comer el pez de tres ojos que produjo la contaminación de su planta.
El chancho que Homero toma de amigo/amante empieza y no se sabe donde termina. La broma del cerdo-araña fue festejada en todos lados y es francamente irrisoria ante cualquier otro número musical de mejores épocas.
Muchos adjetivos, siempre los mismos, que no explican nada. Es una emoción que parece superarlos a todos. No debo haber leído críticas más escuálidas en mucho tiempo, más allá del escribiente que se trate.
Desde ya que la película es aceptable, correcta, y hasta levanta y aprovecha la plasticidad del dibujo en las escenas de humor físico, pero cualquier capítulo anterior a 1998 la supera sin ningún esfuerzo. Y aunque el fanatismo no deje ver ni el árbol ni el bosque, es sintomático que cuando se hacen listas de episodios favoritos casi ninguno, o ninguno, pertenezca a los últimos 9 años. Tampoco hay momentos, gags o temas musicales que hayan quedado en la memoria en este último periodo. La idiotización inhumana de Homero, el mayor peso de las voces invitadas y el aire de desenfreno y quilombo general en el pueblo le quitaron la densidad que poseía. Por no mencionar que la crítica social se hizo mucho más burda y pegó más fuertemente en estos pagos, deseosos de ver como los norteamericanos se tratan como primates estúpidos. Si bien la película se ha vuelto más sutil en ese sentido, algunos prefieren seguir escribiendo generalidades sobre lo "corrosivo" que es el dibujos, lo mismo repetido miles de veces y nunca detallado. Algunos se decepcionaron porque no habían más palos en la película. El antinorteamericanismo se volvió una moda, la industria la aprovecha y todos quedan contentos. La denuncia con el dedo, el subrayado y la paranoia general no han dejado lugar a las sutilezas ni a las segundas interpretaciones. ¿Qué visión tiene hoy la serie sobre el sistema norteamericano? Seguramente lejana a la red de micropoderes que exponía Springfield, y que permitieron un episodio como Lisa, the iconoclast, con el desenmascaramiento del fundador de la ciudad y la ficción que implica el nacimiento y mantenimiento de una sociedad, con sus pros y sus contras. La ambigüedad era una de sus características y nadie podía decirse con el poder absoluto. Hoy, Homero no es que sea ambiguo y pueda desear matar a su familia, simplemente está loco, es un inimputable.
Otro tanto hicieron los traductores con su trabajo, parafraseando al refrán, llegando a agregar una frase de Mariano Martínez en boca de Homero. Humberto Vélez ha pasado por tantas radios que ya es insoportable. Y ni hablar de las abominables formas que tomó Homero en las remeras, al punto de estamparlo jugando con Ginobilli o haciendo el gol de la mano de Dios. El cabeza de familia fue desbarrancando hasta convertirse en un tipo con la cadena suelta, y en Argentina se volvió realidad. Conviertieron a la serie en una justificación de sus fracasos.
Que hoy se elogien elementos de la película que alguna vez tuvo la serie es no querer despegarse del chupete. Algunos dan la sensación de no haber visto nunca la serie (¿Están seguros que Maggie dice su primer palabra?). Si Los Simpson hubieran empezado este año en este estado serían algo novedoso y muy bueno, pero han sido a la televisión lo que Psicosis al cine de terror: un punto de referencia que no permite volver hacia atrás. Groening debería haber sabido retirarse a tiempo y continuar con Futurama, sin la más mínima duda.

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