domingo, septiembre 23, 2007

La chica de la fábrica de fósforos (1990)



Kaurismäki empieza su película con un paso a paso del proceso de fabricación de fósforos, desde el tronco hasta el producto final. La extensión es Iris, que lo único que hace es verificar que todo sale adecuadamente. Y va más allá, porque la misma eficiencia se comprueba a lo largo de los días, que no son exactamente el paraíso. Dos momentos. Luego de ser despreciada y perder su embarazo, su padre le deja una naranja en el hospital; la escena no termina allí, sino que sigue con el minucioso pelado de la fruta. Más tarde, busca venganza y prepara un brebaje a base de veneno para ratas; asistimos a un cuidadoso corte del sobre con tijeras y la disolución del polvillo en el agua. Dos momentos que implican tensión y desorden, Kaurismäki elige apagarlos con procesos fríos y calculados.
Y todo continúa en esa línea. La misma serenidad con la que hace su labor diaria es la que pone en juego para pelar una naranja o matar gente. Iris vive con sus padres, tiene una vida totalmente gris y nadie la saca a bailar en los salones. La compra de un traje colorado y vistoso, en oposición a la tonalidad azul de su hogar, la lanza al mundo, por decirlo de alguna manera, su padre la trata de prostituta y le echa de la casa, y conoce a un galán berreta. Este vive en un departamento moderno y blanco, distinto a su tugurio familiar. Pasan una noche en la cama, pero ella quiere una relación estable y él la desprecia; entonces Iris busca venganza. Todo el modelo melodramático de la mujer despechada pasa por el filtro ascético de Kaurismäki.
Mantener el esqueleto genérico, sintetizarlo y despojarlo de emociones explícitas produce algunos logros interesantes. Por un lado, se advierte que si bien se usa el melodrama no hay cita de algún texto en particular, así que no se puede hablar de parodia propiamente dicha. El automatismo con el que se desenvuelven los personajes, contrariamente, hace surgir la comedia en el contraste de las nulas emociones con la pretensión melodramática. Iris decide matar a su amante, a sus padres, y también la recibe un incauto que se le quiere acerca en un bar. Es algo que podría detectarse en más de una película: engañada por los hombres no sólo mata a su amante sino que se desquita con cualquier macho que la quiera seducir, y también se deshace de la opresión familiar. Pero no sólo hay una cuestión de exteriorización de emociones. Además de estos últimos elementos, Kaurismäki también se deshace del tiempo (la película dura menos de hora y media) y comprime la trama melodramática en unas pocas escenas. Al no haber mayores explicaciones, mayores llantos que dilaten el tiempo y lleven la trama al pico máximo de tensión previsible en el que todo estalla en los asesinatos, el automatismo y la frialdad de las muertes, así como su exposición una detrás de la otra, aflora la comedia. Una o dos cachetadas no nos hacen reir, pero 100, una detrás de la otra, si. Tampoco vemos las muertes, sólo su causa, ese frasquito marrón, que ya produce gracia con sólo verlo asomar de la cartera de Iris. La autoconciencia de la película no es densa, no hace señalamientos insoportables para que veamos que canchero es el director en el manejo de los géneros. Iris hace su propia puesta genérica, al punto de sentarse en el living a esperar que sus padres mueran envenenados, prender la radio, encontrarse con música de Tchaickovsky, e inmediatamente, y violentamente, la única exteriorización física de su bronca, cambiar el dial para contextualizar su propio estado de ánimo con una música incidental.
Se ha asociado a Kaurismäki con Bresson, lo cual es cierto, pero dejando de lado el halo místico del francés. Si hay un cierto parentesco en las manos y sus habilidades; con Pickpocket, particularmente. La chica de la caja de fósforos llega a la comedia gracias a un calculado minimalismo. La comedia parece surgir de lo cotidiano, aún más en esta película, no como una construcción pensada; hay comedia en todas partes, se podría decir. Algo que comparte con Tati, y mucho más con Tsai Ming-Liang.

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