sábado, marzo 10, 2007

Charlie Kaufman


En mis ciclos de cine de MSN empieza la semana dedicada al guionista Charlie Kaufman, que ahora también es director con Synecdoche, New York, aún en producción. Para amenizar la espera, encontré un par de notas escritas por mí a fines de 2003 sobre su obra, que aquí publico.



No se trata tan sólo de vivir


No es mucha casualidad; Spike Jonze y Michael Gondry vienen del videoclip, y particularmente los une Björk, para quién trabajaron en la dirección de algunos de sus videoclips más importantes. Uno le presentó al otro a Charlie Kaufman, para cuyos guiones la estética fragmentada de la televisión le cuadra con buenos resultados. El tercero en sumarse al grupo fue George Clooney, que viene del ambiente televisivo, y aplicó un tratamiento afín.
Adaptation es el título original y más coherente de El ladrón de orquídeas, porque el segundo alude al título del libro, y la película no trata exclusivamente de él. El nombre en inglés toma varios sentidos: por la adaptación a guión que Kaufman-Nicolas Cage debe hacer del libro; por la adaptación biológica que hacen las especies para sobrevivir y cambiar de forma; por la adaptación del ser humano a la vida social que lo rodea. Sin que resulte caprichoso, casi todos estos puntos sirven para analizar el resto de sus trabajos. En ¿Quieres ser John Malkovich?, el personaje de John Cusack quiere dejar de ser un marionetista no reconocido y lo logra cuando domina el cuerpo de Malkovich, y éste también es deseado por un grupo de ancianos que quiere sobrevivir en otra persona. De nuevo adaptaciones para no morir en el anonimato ni fisicamente. Y esta idea se puede aplicar también con Confesiones de una mente peligrosa y Human nature, y habría que ver como funciona en los guiones que escribió para la serie Ned and Stacy, con ese matrimonio formado por conveniencia como necesidad para alcanzar otros objetivos.
Las ramificaciones siguen. Al preguntarnos sobre como actuar para no quedar desencajados, que hacer con nuestra cabeza si deseamos ser aceptados, enseguida surge otra cuestión, que es la que refiere a si se actúa por gusto propio o por simple mandato. El universo no humano nunca debe tener esos dilemas ya que la adaptación a las nuevos estados del planeta se da sin interrogante alguno. Las decisiones para acomodarnos lo mejor posible a cualquier situación social son particiones internas, ensayos de esquizofrenia, personalidades que surgen a fuerza de ser otro aceptado por los demás y por si mismo. El personaje de Cusack busca el cuerpo famoso y el histrionismo de Malkovich para salir de sus miserias; el tímido Kaufman-Cage quiere hacer un guión sin historia ni nada convencional, pero su hermano gemelo, desenvuelto y carismático, lo impulsa a escribir algo que todos entiendan; en las historias de Chuck Barris (Confesiones...) y Lila (Human...) las duplicidades son más evidentes, agente secreto/productor televisivo para uno, salvajismo/civilización para la otra.
En cualquier caso, todos confluyen en el showbussines, la televisión y la fama. Llegar a lo alto en el mundo del espectáculo garantiza no caer en el olvido, aunque Kaufman-Cage parezca no querer demasiado ese destino ordinario. Pero si lo quiere su hermano Donald, que nunca sabremos si es verdadero o solo la proyección de su otro yo, y le recuerda que adaptarse es la única forma de no morir, o al menos retrasar un poco ese instante.
Kaufman nos dice que todos sufrimos alguna vez de doble personalidad, y la gente famosa aún más, con su cara interna y externa, por más que repitan frases del estilo “en la pantalla y en mi vida soy exactamente igual”. Confesiones... se desarrolla directamente en medio del furor catódico, con un protagonista que no sólo se tiene que dividir en su doble actividad, sino también para complacer a millones de televidentes ansiosos de diversión. El cambio de tono y los corrimientos de escenarios que ejecuta Clooney sin descanso son efectivos ante los cambios mentales del personaje de Sam Rockwell, y pone la duda de si este tipo vive realmente lo que se nos muestra o si nada más es un loco que entre bastidores se cree la aventura del agente de la CIA. El conductor televisivo popular debe ser el más esquizofrénico en el universo mediático.
Las verdaderas celebridades aparecen con nombre y apellido en sus guiones, salvo en Human..., al punto de incluirse el mismo como personaje. Personas reales que hacen de si mismos o son actuadas por otros en películas con rasgos biográficos apócrifos refuerzan aquello de una personalidad fragmentada, y dan paso a universos múltiples, que se contienen uno dentro de otro. Cusack maneja como a un muñeco a un Malkovich que a la vez funciona de titiritero, algo que se expande al infinito en El ladrón... Cuentan que el verdadero Kaufman tuvo la propuesta de escribir un guión basado en el libro homónimo de Susan Orlean, y al no lograr el objetivo concibió la historia de la película, que trata sobre él queriendo adaptar el libro, lo cual no logra y termina escribiendo sobre lo que le ocurrió en el intento, sobre si mismo, etc... Este y ¿Quieres ser... son los trabajos realizados hasta hoy con Jonze, los más desconcertantes y menos lineales. Son un salto al vacío que generan pavor ante la infinitud, pavor que sentiría Cusack al descubrirse reencarnado por error en una nena que era hija de su mujer y de su amante. Todo recuerda a Ajedrez, el poema de Borges que marcaba diferentes niveles universales subordinados: las piezas, la mano del ajedrecista, el ajedrecista, dios. La personalidad múltiple surge en estos casos cuando comenzamos a sospechar que alguien más nos está pensando. A la partición de la mente individual necesaria para la vida cotidiana se superpone un juego de muñecas rusas. En los guiones para las producciones de Confesiones... y Human..., la duplicidad tenía que ver directamente con la ezquizofrenia o el estado de animalidad. Pero en ningún otro caso Kaufman obtuvo tan buena ósmosis como con Jonze para llevar al espectáculo, el cine y la televisión a la categoría de verdaderas ilusiones soñadas por mentes infinitas.




Human nature
La bestia pensante

En Argentina, Charlie Kaufman ya tiene su club de fans. Su nombre aparece cada vez más junto al del director, o más adelante, y la exhibición marginal de Human nature, de Michel Gondry, se convierte en un acontecimiento para festejar.
Hay dos hombres que se pelean por una mujer. El científico Nathan Bronfman (Tim Robbins) está obsesionado con controlar a la naturaleza y lograr que un par de ratas de laboratorio cumplan el protocolo de la buena mesa, hasta que un día encuentra a un hombre criado en la vida salvaje del bosque, Puff (Rhys Ifans), quién se enamora de Lila (Patricia Arquette), que se siente medio animal porque no puede hacer que le deje de crecer pelo en todo el cuerpo. Kaufman en este caso no se preocupa demasiado por lo que pase dentro de las mentes como por los sucesos externos, y es que no importa lo que piensen. Se hace más importante corroborar que cualquier ser vivo socializado busca ante todo el reconocimiento, y que lo natural no es nada más que otra cosa construida.
La película mantiene un tono de comedia a lo largo de todo su metraje, con gags de diversa efectividad. La oposición civilización-barbarie está presente, aunque no se la remarca más allá de lo necesario al comienzo, para dar pie al relato. Lo que se produce es un efecto contrario al maniqueismo, y es que en todo civilizado hay algo de salvaje, lectura que muchos ven en la posición de Sarmiento en Facundo: en algún punto surge una sana envidia hacia aquel que vive libre de prejuicios y normas modernas (después de todo, el mismo Sarmiento era tenido como un grosero inadaptado por la aristocracia de su época). La dura línea de conducta de Nathan se quiebra cuando cede a la carnosidad de Lila, expresándole su deseo de volverse él también un primate.
Hay que señalar que lo dicho en el párrafo anterior no es una glorificación del estado animal, y aquí el segundo efecto que contraría la oposición sarmientina. Una vez que se toma contacto con las bondades humanas no se puede volver atrás. Puff anuncia por cadena televisiva que retorna al bosque, se desnuda y camina hacia su destino, con una caravana siguiendo sus pasos. Pero cuando el público se va, el salvaje se sube a un auto y desaparece. Human nature es un falso canto a la naturaleza porque no es posible una visión descontaminada, al referirla y encontrale un sentido la estamos poniendo en caja, una definición bien aplicable para las escenas interiores del film. Gondry deja ver las paredes, los techos y los zócalos de los decorados, en encuadres muy definidos y de líneas duras que encierran a sus habitantes. Dentro de esos cubos está la jaula de vidrio de Puff, que acaba convirtiendose en un hogar similar al de cualquiera. El recurso le quita un poco de aire a la narración al volverse un tanto repetitivo, que se oxigena con el humor y la energía de las situaciones, que brillarían más con una vuelta de tuerca en la imaginación visual de Gondry. Varias escenas en el bosque están realizadas en estudio, y lo artificial de los árboles y el cielo alejan a Human... de intenciones ecologistas. Para el espectador avisado es inmediata la referencia al video Human behavior, de Björk, que dirigió éste mismo director, por la puesta asfixiante, el aire a cuento infantil, la cabaña y el osito de juguete.
La distinción entre opuestos es nada más que un juego en este trabajo de Gondry-Kaufman, y su hipótesis no es que cada parte tiene dentro de si una cuota de la otra. La cuestión es más pragmática, y nos volveremos más o menos animales, más o menos civilizados, según el contexto social, los intereses o la urgencia. El entramado de instintos y regulaciones es tan complejo que ninguna película alcanza para explicarlo. De ahí el porque de Gabrielle, el personaje de Miranda Otto que asiste a Nathan en sus estudios y que resulta el más interesante. No ofrece respuestas, pero expone más sutilmente el manojo de las contradicciones internas que conducen a los protagonistas: es una científica seria o una cabaretera en guardapolvo blanco; luce francesa, aunque no se sabe que tanto, a juzgar por el tono diferente que adopta en una charla telefónica con una amiga. Se sospecha que no es tan fría cuando de pronto lo huele a Nathan en el laboratorio, ni tan tonta cuando hacia el final se escapa con el salvaje mediático. En realidad no se concluye cuales son sus verdaderas intenciones. La clásica mujer fatal del cine tenía una dualidad y una discresión que la hacían interesante, ubicándola en la frontera entre la razón y el instinto. Gabrielle es una versión en caricatura y su actitud solapada no deja discernir si hay un interés material hacia Nathan, primero, o hacia Puff, después, escondido trás un calculado animalismo. Toda la imprevisibilidad del hombre condensada en el cuerpo de una francesa bajita que hace pucheros cuando habla.

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