A alguna otra gente y a mí nos ha llegado un boom atrasado de Jane Austen. Digo atrasado porque ya hubo un resurgir alrededor de 1996, cuando el cine estrenó Sensatez y sentimientos, Emma y Ni idea, versión noventosa de Emma.
En este caso, he terminado de leer Mansfield Park, libro difícil de conseguir, por lo menos barato, en este caso es prestado, y que vuelve sobre la mecánica de las relaciones sociales. Fanny quiere a Edmund, que no le presta atención, y tiene detrás a un distinguido gentleman, Henry, codiciado por todas, pero que ella no logra aceptar. El tironeo entre el deber ser y lo deseado se desmenuza, mastica y analiza en 500 y pico de páginas, como solamente Austen lo sabe hacer. Fanny, como otros personajes femeninos de la autora, son o quieren ser independientes, pero su demasiada conciencia del entorno las lleva a sopesar las consecuencias que tal o cual decisión pueden traer en la cadena de relaciones sociales y familiares. De todos modos, en Mansfield Park, un hecho inesperado hacia el final hace tambalear toda la arquitectura del entramado y de la fachada de algunos personajes. La desconfianza de Fanny estaba justificada. El fingimiento de los roles sociales de cada uno está explicitado en la larga escena de la teatralización que hacen los jóvenes cuando el dueño de la mansión no está. Si bien los personajes son jóvenes, no los son tanto, pero se comportan más como en un juego de intercambio de figuritas.
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