domingo, julio 01, 2007

El hambre argentino

Estoy cada vez más cool. Asistí a Expoelgourmet.com 2007. Un paseo muy agradable y corto pero en el que se pueden estar tres horas, cerca del Campo de Polo, tan cerca que cuando uno viene caminando por la calle Ortega y Gasset se huele el olor a bosta de los caballos detrás de un murallón.









Por supuesto, es una expo de lo más cool, donde asiste gente realmente cool, gente cheta y gente que no es nada de eso pero ahorró unos pesos y va a manotear muestras gratis. Algo a destacar: una vez que se ingresa, presentando la entrada te dan una copa de vidrio muy linda para ir probando los vinos de los stands. Y te la llevás, claro.
Hay una pose común, la de no querer parecer muy pedigüeño. Se agarra una galletita con alguna mostaza con indiferencia, como diciendo "no soy un muerto de hambre", no hay que acercarse muy seguido al mismo stand, se pide vino con cierta timidez, no vaya a parecer que estoy en curda. Y, claro, se camina como haciendo ver que no se tomó demasiado. De todos modos, los realmente cool pueden hacer todo eso y quedar bien. Un momento crucial es cuando todos agarran una muestra gratis, y justo cuando uno llega no queda más. ¿Qué hacer? ¿Quedarse esperando como un angurriento a que el cocinero haga más o irse y volver, sospechando que la promotora se está dando cuenta que uno no llega en el momento adecuado?



Una fondieu de chocolate en forma de catarata, algo recool y exhibicionista.




Las MHACM (Masas Hambrientas Argentinas de Clase Media) se lanzan sobre las ollas populares de Iwao Komiyama y Yancanelo. El mismo fenómeno se registra en los tenedores libres.





La promotora piensa: "¿Qué estará haciendo mi novio un domingo a la tarde mientras yo trabajo y no paran de mirarme el culo?".
El novio piensa: "¿Para que salgo con alguien con quien no puedo salir los fines de semana?". En rigor de verdad, alguien que sale con una promotora no sale, a lo sumo entra y se queda haciéndole compañía ahí cerquita.
Una promotora es alguien que se vistió para ir a una gran fiesta que se suspendió cuando la chica ya estaba lista para salir, y se queda sentada matando el tiempo mirando al vacío.




Un espacio de algo llamado La Mersa, un comercio de eso que ahora se llaman de venta de objetos de arte, un paso intermedio entre Christies y un bazar de barrio, que le ponen precioas exhorbitantes a cosas que todo el mundo tiene en la casa pero sin semantizar.
Lo más impresionante: una plancha de corchos que no es la plancha de corchos para clavar ayudamemorias, sino un cuadro hecho de corchos usados, incluso manchados con vino tinto. El que pongo aquí cuesta 300 mangos. Había uno de 900, aún más cool.



Esto si es algo cool. Un stand entregaba tarjetitas que señalan con que vino pega mejor cada una de sus delicatessen.



Un macanudo queriendo ser un degustador cool y su novia cheta, de camperita con capucha peluda, que no sabe cocinar. Vean el detalle de la mano del tipo; la posición de los dedos es parecida a la de Isidoro Cañones cuando sostenía el vaso de whisky.



Una señora paqueta y, por detrás, un señor con campera y zapatillas, a quien su mujer arrastró hasta la feria.



Una mujer borroneada.



Un duelo al sol de dos tachos de basura.



Y algunas cosas que compré. Mostaza con miel y wasabi, jalea de vino tinto, mostaza de Dijon y paté de aceitunas ahumadas. ¿Con esto estoy más cerca de ser cool?



Un dato más, que, desgraciadamente, olvidé fotografiar, y su recuerdo me hizo matar de risa. Tal vez sea mejor así para poder despertar más la imaginación del lector. Había un stand de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos, donde varias marcas ponían lo suyo. Una era de productos de cerdo. Dos chicas repartían cubitos de jamón cocido y en un horno eléctrico cocinaban chorizos de chancho que estaban deliciosos. Un cartel describía las bondades de la carne del sucio animal, y otro más al fondo tenía dibujada una especie de tómbola, y la flechita decía "Hoy comemos", mientras señalaba el dibujo del cerdito que había caído en desgracia por el funesto juego. Y las MHACM lanzándose sobre el mostrador. En los otros casilleros de la tómbola se veían otros animales (¿Tal vez un caballo?), que se salvaron, digamos. Un simpático genocidio porcino, una alegre y salvaje apología carnívora, como que hoy le tocó al chancho y lo borramos de la faz de la tierra; mañana le toca a la paloma. Coma carne, deje que esos sucios naturistas se metan su trigo burgol en el culo. El Gourmet es dionisíaco, no tiene la mentalidad de Lisa Simpson.

En dos semanas viene la muestra de Caminos y Sabores en La Rural.

1 comentario:

mac dijo...

Buenísimo!! la verdad, un paseo de lo más top, o sea, topetísimo!! muy cool, muy a tu altura. La próxima expo suena prometedora, ja.